lunes, 30 de noviembre de 2009


Te dejás llevar, te soltás y te dejás llevar, como si te estuvieras yendo por el agujero, como en ese instante previo a la eyaculación te dejás resbalar y todo se desarma, o te desarmás en el todo, vaya uno a saber.


Te dejás llevar y no sabés dónde te llevará eso. A nada bueno, si bueno es el plancito contra el miedo que los hijos de clase media cargamos, o combatimos –otra forma de cargar, al fin y al cabo.


A nada bueno, si bueno es el plan de la corbata, la carrera y la competencia por el vino más caro en la noche de bodas. Eso y los otros ritos para resguardarnos del cielo que se nos cae encima, como sabía Asterix.


A nada bueno sí, pero es inevitable. Como en ese preámbulo del éxtasis, cuando ya es irreversible. Y la incertidumbre por el camino bueno, la intemperie, la soledad y la alegría honda, el hastío de la ciudad y las ganas de partir de una buena vez, de dejarse resbalar como agua por la rejilla del fondo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

por algún motivo que no tengo muy claro, leer este texto me hizo acordar del poema "No te salves" del gran Mario Benedetti.

naio dijo...

mirá que relación. Yo tampoco no lo tengo muy claro, pero creo que tiene algo que ver.