(ínfimo homenaje a Cortázar)
Puede ser que usted se encuentre, por casualidad, porque era el único sitio en el colectivo o porque con alevosía le robó un minuto a las exigencias, tomando un poco de sol en invierno. Ha de saber que tomar sol en invierno no debe ser hecho así como así. Para esos momentos de baños de sol valgan estas instrucciones.
El primer paso a cumplir es, naturalmente, asegurarse de que se encuentre en invierno. Aquí es necesario mencionar que, a pesar de que existen algunos que se aferran con uñas y dientes a la exactitud del calendario, nosotros nos tomamos cierta libertad. Dadas las actuales tendencias del clima a desconocer el curso regular de los astros, entre otras contingencias mil de la vida moderna, consideramos suficiente conque se cumplan las siguientes condiciones: que esté fresco (la amplitud del término aquí es intencional) y que, al orientar la carne descubierta al sol, se experimente una agradable tibieza y no la sensación agobiante de ser abrasado.
El segundo paso atañe directamente al método; aunque existe un mundo de posibilidades con respecto al modo, el autor recomienda dos variantes de baños de sol (que, por cierto, son quellas que practica con cierta asiduidad). La primera de éstas consiste en recostarse (puede ser reemplazado por el sentarse, siempre y cuando se tome la precaución de echar la cabeza dejándola reposar sobre algún elemento que le sirva de sostén) en algún lugar en que reciba la benéfica influencia del astro. Es fundamental que uno se encuentre lo suficientemente a gusto como para olvidarse de sus glúteos o de la zona de su cuerpo que sostiene su existencia física.
La segunda variante consiste en tomar el baño de sol mientras se realiza el acto de caminar. De ser elegido este método, es sumamente aconsejable que los siguientes factores sean considerados: en primer lugar, el caminar debe asumir una dirección tal que el caminante quede orientado hacia el sol, de modo que éste bañe su rostro. También es conveniente que el paraje sea lo suficientemente tranquilo y seguro de modo tal que el caminante (y bañista, aunque de sol) pueda olvidarse del movimiento de sus piernas (en este sentido el autor recomienda enfáticamente evitar paseos que rodeen riscos, avenidas céntricas o pasillos de ferias comerciales en días no laborables).
Dados estas pasos (que, en rigor, constituyen condiciones previas) podemos dar lugar al ejercicio en sí mismo. Orientaremos el rostro hacia el sol. Favoreceremos un reposo de nuestra rostro: éste se irá suavizando, irá perdiendo sus elementos angulosos, los ojos irán entrecerrándose y la mandíbula caerá grácilmente (quizás, si no está entrenado en el reposo del rostro, encontrará este ejercicio demasiado mecánico -y no justamente relajador. No desespere, notará después de varios intentos, que la repetición mecánica lo irá haciendo entrar, cada vez más, en la dinámica de la relajación).
A medida que el sol vaya entibiando las carnes de su cara notará que, como intrusos en una tarde de domingo, numerosas y urgentes ideas acudirán a su mente en tropel. No desespere, ha sido fehacientemente comprobado en numerosas experiencias de baño de sol tanto la inevitabilidad como la fugacidad de este momento. No debe inquietarse siempre y cuando atienda al método que pasaremos a describir.
Es fundamental no prestar atención a esos pensamientos. Con la actitud del Quijote que dice "ladran Sancho, señal que cabalgamos..." usted siga de largo. Evite el error de oponerse a esas ideas. Justamente eso es lo que buscan, que les prestemos atención. Y convertir a alguien en nuestro enemigo es una manera sumamente eficaz de brindarle la importancia que no merece. No. Simplemente vuelva a la tibieza. Experimente el suave calor, la energía casi palpable que le transmite el astro. Evite el esfuerzo. Deje que el sol entre dentro suyo, hasta iluminarlo dentro. Déjese adentrar en el sol, hasta habitarlo dentro. Las ideas y las urgencias seguirán allí, es cierto. Pero a medida que usted se deje deje sumergir en los rayos del sol, las voces de los pensamientos decrecerán, hasta convertirse, casi, en inaudibles. Como ruido ambiente cotidiano.
Y entonces sí usted se estará bañando en sol. Por un instante el sol entrará en usted y usted entrará en el sol. Y se fundirán, por un instante, en un abrazo indiferenciado. Un suave abrazo. En ese instante usted será el sol y el suave ruido de sus pensamientos y el aire fresco y el caminar o sentarse y la tierra que le hace de sustento y el tibio disfrute.
Conserve ese instante, será un oasis durante el resto de su jornada.
6 comentarios:
nunca un homenaje a Cortázar es ínfimo.
El sol de invierno. nada más parecido a una caricia de la madre tierra. Muy bueno Nacho!
"Baño" de sol... genial resignificación.
Un genuino lazo con lo Real, con la Madre Tierra, con una Verdad personal e intransferible -pero a la vez sumamente objetiva.
gracias seño, esperamos el suyo!
si, claro, como una conexión con lo Madre Tierra, con algo que está ahí que nos constituye... y de lo que a veces desertamos.
Impecable naio, estás escribiendo de una manera sueltísima, es genial.
gracias duaca
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