Las calles encharcadas, calles de tierra y barro, barro y agua. Sol y Verde. No es un jugo de frutas natural, es una estación de tren, allá, por donde el diablo perdió el poncho, algunas casas bajas de material, de madera o de chapa, que se van congregando junto a las vías. Tiene algo de campo, tiene algo de nuevo. El cielo es azul, azul profundo, los días de sol en Sol y Verde. Y las bicicletas, y los carteles invitando dos bandejas de frutillas a cinco pesos, y las gallinas, los perros, los chanchos y las chivas, y más bicicletas, bicicletas por todos lados, en las calles anchas, en las puertas de los locales, en el galpón al lado de la estación, cien, doscientas o más bicicletas colgadas a cincuenta centavos la estadía, y el supermercado con las paredes pintadas y un cartel que me llama la atención: domingo 21 elección de la reina de la primavera, 500 pesos, mil bandejas de frutillas pienso, o quinientas tortillas santiagueñas, de ese parrillita que está al lado de los laberintos rojos y blancos, sobre las vías, y los chicos con guardapolvo que vuelven de la escuela pateando latas y haciendo puntería contra los postes de luz, y toda la ropa al sol en cada una de las casas, como si todos se hubieran puesto de acuerdo, como si el jueves fuera el día de lavar. No, me doy cuenta, al fin paró de llover y salió el sol. Y el cielo azul profundo. Y es hora de lavar y secar la casa y abrir las ventanas y dejar que corra este viento limpio.
Cuando llegue a casa –si es que llego algún día, si este servicio de tren condicional por accidente en el paso a nivel Rivadavia, como advierten los altoparlantes- donde también está la ropa colgada, porque allí también llovió una semana seguida y ahora salió el sol, cuando llegue voy a mirar el cielo para ver si es azul también allí, de este azul profundo, y si se respira este aire de vida simple y nueva que se siente en Sol y Verde. Pienso que allí también salió el sol y algo parecido a un optimismo, algo así como una esperanza de tierra y orígenes y cielo limpio me brota adentro.
3 comentarios:
la primera vez que leí que existía la estación sol y verde pensé que se trataba de una broma. ¿una estación podía llevar ese nombre? hasta que me enteré de que así se llama el barrio donde se encuentra dicha estación. con el correr del tiempo me parece el nombre más original de todos los que tiene la línea de mi querido san martín.
empecé a leer "Crónicas del ángel gris" de Dolina y en sus historias, menciona estaciones de la línea sarmiento. parece que el tren forma parte de la vida de muchos de nosotros.
espero con ansias conocer esa estación, triste sería tener el corazón ocupado.
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