viernes, 25 de septiembre de 2009
más nada
de frente,
y no es coraje,
es no tener más que el alma desnuda
y un cuerpo que aún quiere vivir.
No es coraje,
es el dolor de tenerse a sí
(en)
un cuerpo
y un adentro vivo.
El viento en la cara,
el corazón náufrago,
y más nada.
domingo, 20 de septiembre de 2009
nube
nube nube
blanca
nube antes de la n
de la u
de la b
de la e
de cualquier taxonomía
nube nube
vuelo ágil
nube dentro
el centro
de ninguna circunferencia
sábado, 19 de septiembre de 2009
sin nombre
¿Cuando la palabra que la nombra,
o que lo intenta,
emula la solidez de lo nombrado?
¿Cuándo el orden es orden?
¿Cuando nos ponemos en fila y sin hablar,
con el guardapolvo blanco blanco,
en el acto escolar de lo habituado?
¿Cuándo la vida es vida?
¿Cuando crecemos, nos desarrollamos,
asimilamos y nos reproducimos
sin contar con el declinar,
la soledad y la muerte?
El sol disco furioso naranja se sumerge ya en un horizonte infinitamente curvo.
Los golpes sordos de los terrones negros contra la madera del cajón.
Las risas de una mujer y un niño, hoy inesperadamente felices.
la solidez del agua
Un corrimiento lateral cualquiera, un desajustarse involuntario azaroso, y la vida ya no es lo que era; ya no transitamos el sendero habitual, hecho surco por cientos y cientos de pies acostumbrados. Nos descubrimos a un costado, asombrados de que haya sido un sendero, una huella más, indiscernible casi de ese rizoma de sendas en la inmensidad de la pampa, del desierto. Todas infinitas, todas circulares, todas sin otro destino que si mismas. Lo abierto se nos mete dentro como un océano, nos inunda con su pasmosa amplitud, pura anchura, pura profundidad. Y no hay Camino ya. Ni red ni padre ni dios ni deber ser que nos haga zafar salvándonos de la tarea incesante de ser epílogos de nosotros mismos.
viernes, 11 de septiembre de 2009
imaginares en borrador
Platón
Un hombre imaginando o soñando,
es indistinto porque la vida es sueño,
mirando el fondo de la caverna,
donde las sombras y las palabras parece que fueran.
Un hombre soñando con un mundo barco,
que flotara y navegara el universo,
en viaje de conquista, en viaje entre islas por descubrir
y serpientes gigantes y peligros de zozobra.
Imaginó unos hombres hermanos, del mismo linaje,
Descendencia de la tierra madre, del devenir y el fuego.
Imaginó que los hombres imaginaban y soñaban
y las palabras hacían un paso atrás y permitían,
un rato al menos,
que las cosas volvieran a vestirse con su desnudez.
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Imaginó un mundo
donde los hombres hubieran
olvidado su linaje
de estrellas, de polvo de estrellas.
Un mundo ya no nave en viaje errático entre
olas y planetas y estrellas muriendo.
Imaginó un mundo firme,
apoyado sólidamente en algún
plano de dos dimensiones,
reelaboración mitológica moderna
de los elefantes o la tortuga
que sostuvieran el orbe en otros tiempos.
Imaginó que los hombres habían olvidado
que vivir es soñar,
que lo real es lo más difícil de ver,
porque se requiere el coraje de bailar
al compás de lo que deviene.
Imaginó un mundo
de hombres tristes pero satisfechos,
que hubieran aprendido
después de un tiempo de hacer fuerza a no ver,
a decir fuerte,
gritando,
para no soñar despiertos,
para no imaginar mundos
que amenacen la solidez redonda
de su sueño-no-aún-sospechado.
sol y verde
Las calles encharcadas, calles de tierra y barro, barro y agua. Sol y Verde. No es un jugo de frutas natural, es una estación de tren, allá, por donde el diablo perdió el poncho, algunas casas bajas de material, de madera o de chapa, que se van congregando junto a las vías. Tiene algo de campo, tiene algo de nuevo. El cielo es azul, azul profundo, los días de sol en Sol y Verde. Y las bicicletas, y los carteles invitando dos bandejas de frutillas a cinco pesos, y las gallinas, los perros, los chanchos y las chivas, y más bicicletas, bicicletas por todos lados, en las calles anchas, en las puertas de los locales, en el galpón al lado de la estación, cien, doscientas o más bicicletas colgadas a cincuenta centavos la estadía, y el supermercado con las paredes pintadas y un cartel que me llama la atención: domingo 21 elección de la reina de la primavera, 500 pesos, mil bandejas de frutillas pienso, o quinientas tortillas santiagueñas, de ese parrillita que está al lado de los laberintos rojos y blancos, sobre las vías, y los chicos con guardapolvo que vuelven de la escuela pateando latas y haciendo puntería contra los postes de luz, y toda la ropa al sol en cada una de las casas, como si todos se hubieran puesto de acuerdo, como si el jueves fuera el día de lavar. No, me doy cuenta, al fin paró de llover y salió el sol. Y el cielo azul profundo. Y es hora de lavar y secar la casa y abrir las ventanas y dejar que corra este viento limpio.
Cuando llegue a casa –si es que llego algún día, si este servicio de tren condicional por accidente en el paso a nivel Rivadavia, como advierten los altoparlantes- donde también está la ropa colgada, porque allí también llovió una semana seguida y ahora salió el sol, cuando llegue voy a mirar el cielo para ver si es azul también allí, de este azul profundo, y si se respira este aire de vida simple y nueva que se siente en Sol y Verde. Pienso que allí también salió el sol y algo parecido a un optimismo, algo así como una esperanza de tierra y orígenes y cielo limpio me brota adentro.