martes, 22 de mayo de 2018

Hoy amigo Haroldo, hace una punta de años que te llevaron los vigilantes de la época, sin saber que cumplían un ritual que vos ya habías escrito.
Oreste Antonelli, preso y torturado. Oreste Antonelli preso, torturado y amigo de esa parte del carcelero que aún no estaba idiotizada, que aún no estaba rendida. Ese brote nuevo en el fondo de la historia del milico que Oreste preso, torturado, supo escuchar.
Claro que Oreste sos vos Haroldo. Y tuya es esa magia antigua de agarrar las historias con las palabras y contarlas otra vez. No para escaparte, no, sino para ver más hondo en las personas y en la cosas, en las historias. Y encontrar esa luz que las habita.
Esa magia que hace que en el gris de esta mañana de otoño, con el río quieto como un león dormido y los álamos bailando un sudeste incipiente, vos estés, magia pura, en la luz que viene de río abierto y  enciende los álamos desde arriba. En la pena y la alegría que sube desde el brazo cuando se engancha en la línea  el primer dorado. En la soledad y la promesa de lo abierto del río. En los ojos de mi compañero perro. En fin: que estés tan vivo y presente en cada cosa en esta vida en las islas, mirando, escuchando y volviendo a contar las historias pero más ciertas, más hondas, más vivas.

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