viernes, 6 de enero de 2012

Carta abierta a una culobañista

Estimada compañera culobañista, permítame unas líneas, unas palabras de hombre, quizás, distintas a las que suele escuchar del sexo masculino cuando pasea su cuidada humanidad pisando el borde de mostrarlo todo y esconder lo importante.

Usted sabe que los seres vivos -digo, con vida, no necesariamente avivados- hemos desarrollado ingeniosas maneras de hacer cumplir el mandato de la perpetuación de la especie; siempre me llama la atención las formas en que se ingenian las plantas para esparcir sus semillas: dispositivos aéreos del tipo helicóptero, espigas que se pegan en el cuerpo de los animales paseantes -incluyéndonos, claro-, frutas de colores y sabores exquisitamente atractivos y refinados.

Claro, nuestro caso, el de los seres humanos digo, no es menor. Hemos inventado infinidad de dispositivos para atraer al otro, para engatusarlo a fin, con el sólo fin, de terminar uno arriba del otro sudando la gota gorda: las pestañas falsas, el reggaetón, la zamba y el tango, el escote profundo, los autos deportivos, las cátedras universitarias, perfumes y cremas, el corte carré, el estilo gótico, el amor libre, el casamiento, etcétera, etcétera. Es más, algún radiodifusor ha dicho, alguna vez que todo lo que hace el hombre lo hace para tener sexo. Algunos dicen que en la mujer es distinto, que en ella prima lo emocional, el amor. Pero, aislando los factores secundarios -el amor y esas cosas- parece que el resultado es el mismo: uno arriba del otro dándose como conejos -mi tío, que vive en una chacra, dice que los conejos dedican una cantidad considerable de su tiempo al arte reproductivo.

Ahora, estimada lectora voy a encarar el punto central de mi misiva: la mañia argentina de homologar verano-playa-culo inmenso, glorioso. Por alguna razón que algún seociólogo haría bien en estudiar la socieda argentina se culilizado vertiginosamente en los últimos tiempos. En un primer momento creímos que el caso Tinelli era un efecto aislado, un brote marginal, casi divertido -ojo, digo casi, tampoco la pavada- un recreo en la rutina seria, gris y monótona de la cotidiana tarea sudamericana de juntar el mango como mejor se pueda. Pero no, nos habíamos equivocado, lo que parecía ser un elemente aislado comenzó a ocupar, como un virus maligno y poderoso, distintos ámbitos:primero las portadas de las revistas -primero las de pornosoft, que es el porno que nos merecemos por ser tan argentinamente histéricos, hasta las de interés general y política que hoy, si nos sinceramos un poco, sólo se explican por esos culos pulposos de esas mujeres que se dedican al culismo, digamos, las cúlicas o, mejor, los culomujer. Luego el resto de los medios de comunicación: televisión -algunos hablan de la tinellización de la televisión argentina, yo creo que sería más exacto hablar de la culización de la televisión argentina. Y ahora atenta lectora de protuberancias cuidadosamente expuestas, parece ser que el culo ha tomado todo el terreno de realidad playera en nuestras tierras. Hagamos un ejercicio de imaginación: alguna civilización lo suficientemente lejana en el tiempo-espacio como para mirarnos con distancia científica ¿qué descubriría? culos, culos y más culos. Si se hiciera una mitología de nuestra argentina el Culo -así, con mayúscula- ocuparía el lugar de Zeus, de Yahvé, de Ra, Pachamama, etcétera, etcétera. Un Culo ideal, inmenso, numinoso. Un culo como una diosa providente, madre terrible, dadora y distribuidora de la suma de todos los placeres de la existencia. Una sociedad cúlica, una cultura, economía y educación organizada en función de un Culo, un Señor Culo, un Culo Tremendo -Freud podría escribir un par de libros robando con la analización de la sociedad argentina para hacerse unos mangos para conseguir más merca.

Y usted podría preguntar, simpática culomujer (perdón, estadísticamente es más probable que usted se haya convertido en una mujerculo que en una mujerotracosa, pero no se enoje, no desespere, quizás haya aún algún camino de regreso) porqué carajo le hablo tanto para decir algo tan obvio. Bueno, en primer lugar creo que porque no tengo nada mejor que hacer (algo similar le debe estar pasando si ha seguido leyendo hasta aquí). Y en segundo lugar porque estoy harto, Harto. No es que no me agrade ver algún culo de vez en cuando. Todo es más llevadero con algún culo a mano de vez en cuando (y cuando digo a mano lo digo literalmente, un culo real, que se pueda tocar, oler, besar, que funcione como excretor y todas esas cosas) pero esta culización este empacho de culos, esta entronización cúlica me tiene las bolas llenas. No sé bien porqué, quizás hemos perdido el rumbo: quizás el culo cuidadito, mostrado, encerado, era una forma más, otra estrategia para reproducirnos, para que haya más bichitos sobre esta piedra que llamamos tierra. Pero en algún momento se nos fue la mano, lo que era en medio se nos convirtió en fin, pusimos la mesa, acomodamos los cubiertos, el mantel con flores, el centro de mesa y se nos olvidó el guiso. Porque la cosa ahora es mostrar el culo, zarandearlo, hacer como si no, pero al final guardárselo. La cosa es mostrar todo, casi todo y jugar con ese casi, hacerlo todo, un casi que es como un no a último momento, como un desdecirse traidor, otra versión más del "gordo, hoy no que me duele la
 cabeza" después de haber calentado la pava de una y mil formas distintas. La cosa anda por ahí, en esa histeria, en ese juego de mostrar para... nada. Eso. Esa contención, esa represión disfrazada, ese cuidado obsesivamente neurótico de las formas, de las leyes. Nos creemos liberados porque nos clavamos una bikini cuidadosamente escogida y salimos a menear el culo. De chico siempre me llamó la atención la libertad que tienen las brasileras para con su cuerpo: usan el bikini como algo que se usa, como una taza o una lapicera o las manos. Y eso que lo usan eh: las gordas, las flacas, las viejas y las niñas, en la playa y en el supermercado. Pero uno no tienen la sensación de que están queriendo otra cosa, que de que hay gato encerrado, están usando el bikini y ya. Será cómodo, fresco y culturalmente aceptado y ya. Nosotros no. Los argentinos tenemos una fastidiosa tendencia a enredarnos en las formas, a adorar los modos. Sueño con el día en que en una arranque de furia o de misericordia algún dios ignoto, alguna fuerza de la naturaleza nos arranque todos los trapos hasta dejarnos en pelotas ¿Quién sabe qué pasaría? ¿Una orgía monumental -en la playa, en las oficinas, en las cárceles y los bancos? ¿Un despertar espiritual colectivo? ¿Un informe de en el noticiero de la tarde?  Quizás todo eso pero quizás, ojalá, nos reconoceríamos como cuerpos, como bichitos con cuerpos. Cuerpos que se reproducen, que se alimentan, cuerpos que huelen, que se ensucian, cuerpos que se pueden acariciar, cuerpos con las marcas del tiempo. Cuerpos que son culos pero también son pestañas, ombligos, fémures, tetas, uñas, pensamiento, etcétera, etcétera. Si llegara ese día no sé si seríamos más sabios, si estaríamos más cerca de alguna verdad o más saludables psíquicamente pero sí, en esto sí creo, seríamos un poco, quizás sólo un poco, menos pelotudos.

Atentamente, un servidor.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Se ve que la Revista Barcelona lo tiene claro desde hace rato y siempre publica un par de Ojetes en su tapa. por lo menos en lo que ellos llaman la "temporada de ojetes". Saludos.

Facundo Gari dijo...

La culocracia nos cae para el culo. Muy bueno.

Lo saludo con la cara del caso.