miércoles, 11 de enero de 2012


La partícula cósmica que navega en mi sangre
es un mundo infinito de fuerzas siderales
Vino a mí tras un largo camino de milenios
cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.

Luego fui la madera. Raíz desesperada
Hundida en el silencio de un desierto sin agua
Después fui caracol quién sabe dónde
Y los mares me dieron su primera palabra.

Después la forma humana desplegó sobre el mundo
la universal bandera del músculo y la lágrima
Y creció la blasfemia sobre la vieja tierra
y el azafrán, y el tilo, la copla y la plegaria.

Entonces vine a América para nacer en Hombre
Y en mí junté la pampa la selva y la montaña.
Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna,
otro me dijo historias en su flauta de caña.

Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas
Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
y me dan sus mensajes las raíces secretas.

Y así voy por el mundo, sin edad ni destino,
Al amparo de un cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, y el río y el silencio, y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera.

Atahualpa Yupanqui, Tiempo del hombre

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