lunes, 29 de octubre de 2012

donde hubo agua
silencio queda
leí
mientras fuera no para de llover

lunes, 28 de mayo de 2012

un papel recuperado


hay algo en la levedad de la llama que resiste, acusando el golpe pero viva, la violencia de un piso que se mueve. Hay momentos en que la música es ensordecedora y el paisaje gris. La distancia entre todos y yo es un desierto. Son momentos de resistencia. La levedad de la defensa de la pura vida. Incertidumbre de todo porqué. Mientras la banda sigue tocando para nosotros, fingimos un baile sólo por no decir que no, ausentes ya de la ilusión de lo fijo, de lo estabable. Y si no fuera por este crepitar casi voluntario, la oscuridad del lugar sería total. La noche herida por lo vacilante de una luz que aún no se decide a morir mientras se deja vivir. Terrible encrucijada, tan cotidiana como esencia, entre dejarse vivir como si se fuera un algo y hacerse la vida como si se fuera un alguien. Espera de un yo que se va desnudando, como si huebiera querido, mientras una brisa fresca revive un algo que ha permanecido dormido por siglos; el sueño de cosas y más cosas que, como abrigo inmenso asfixiando, imperceptiblemente, el verde del tallo que me esencia en esa región donde el aire es más transparente porque es sólo aire y nada más. En el borde de esa zona donde vos, todo y yo convergimos en la ausencia de todo lo accidental, de todo desnudos hasta ser el espacio que nos habita. Como si algo tuviera densidad, el mundo se afana detrás de quienes van haciendo girar la rueda. El mundo gira y se agita y la llama es ahora un lago de paz. Se deja mover por momentos. Lo flexible de lo inquebrantable deseo hoy mientras todo amenaza derrumbe. No es que haya algo que decir sino que las palabras van brotando, una última oportunidad, el deseo de decir y ser comprendido, que haya alguien detrás de la cortina. El mundo sigue girando y las palabras brotan, aunque no se escriban, aunque no se escuchen.

un papel recuperado

jueves, 24 de mayo de 2012


Que ponemos nombres a las cosas porque tenemos miedo -porque les tenemos miedo a las cosas y entonces les ponemos nombre- resulta a esta altura una obviedad sumamente... obvia.
Así y todo ante algunas obviedades conviene volverse a detener, como para repasarlas, porque en el trajinar del día a día las cosas se van como acostumbrando a las palabras que les caen -¡¿por qué?! ¿por qué ese nombre y no otro? ¿por qué esa palabra? Nombres y cosas como esos trastos que van quedando en algún rincón, en el galpón, en la cocina y finalmente terminan asociándose como si fuera natural o casi natural. Casi. Un casi que se nos olvida y al final es así. Así porque sí. El frasquito de los tornillos dentro de la palangana roja.
Bueno, eso, que las palabras se van acostumbrando y las cosas también y nosotros como si nada, de aquí para allá que la libertad, que la educación, que un crimen y hasta , viérase tanto atrevimiento, viérase nomás, cosas como destino, o aún más: dios. Y ahí ya estamos perdidos. No hay nada que hacerle, en cualquier esquina nos sucede algo terrible. Algo terrible y hermoso. de lo más terrible y hermoso que se pueda ver. Algo donde dolor y alegría se juntan, se mezclan, se confunden hasta hacerse indistingibles y entonces, ya que no hay nada que hacer, nos dedicamos a estar con eso, mientras las palabras hacen lo suyo en alguna otra parte. Lejos.
Es que en cualquier esquina -y esto tiene que ser como un rayo, como una explosión, un meteoro impactando en nuestra realidad cotidiana desarmando todo y las cosas y las palabras y unas por aquí y otras por allá o todas juntas y mezcladas porque, al final, las palabras no son más que otras cosas aunque con cuerpos más sutiles- y entonces en cualquier esquina un meteoro -un coche a toda velocidad, un despido, un atardecer, quién sabe- nos desarma la madeja de cosas y palabras.
Y eso es tan hermoso que hay que verlo. Hay que detenerse y verlo. Y no hay nada más que hacer y eso es de lo más suave que hay. De lo más dulce. Como una vez, una, cualquiera, una esquina digamos, algo así, que sucede todos los días, una vez que recuerdo. Era de noche y estábamos en mi casa. Una casa que, para ser estrictos no era mía, así como se dice cuando se tiene algo, pero bueno, digamos que yo vivía ahí. Y resulta que en el medio de la noche, en medio de una reunión, en medio de un guiso y unos vinos -damajuana, unos vinos de damajuana, ricos, medio dulzones- así, en medio de todo me metí por un instante en medio de otra conversación. Una charla como un núcleo, como un lugar en el que uno se interna por un momento y ese momento queda fijo. Todo lo demás se suspende y queda eso. Eso nomás, un instante -que, como es obvio es infinito, no me pregunten por qué pero si en algún lugar quieren encontrar el infinito les recomiendo los instantes, cualquiera, uno, solo es cuestión de detenerse y estar, un instante. Entonces, decía, como en un capullo, en el núcleo del mundo, una chica le preguntaba a un chico, juro que escuché esto, nada más que esto: ¿qué? ¿sos anarquista? y el otro, el chico, con toda la naturalidad del mundo, e habría que estar ahí, con toda la naturalidad del mundo le respondía "no, macrobiótico". Eso había que escuchar, eso, y quedarse ahí; macrobiótico, anarquista, las palabras yéndose, riéndose, bailando. Unas cosas más. Nosotros ahí atentos a un mundo que se desarma, algo hermoso y terrible. Y la fiesta que sigue.

domingo, 15 de abril de 2012

No hay necesidad de salir de la habitación. Basta con sentarse a la mesa y escuchar. Ni siquiera es necesario escuchar, sólo esperar. Ni siquiera hay que esperar, sólo aprender a estar en silencio, quieto y solitario. El mundo se te ofrecerá libremente para ser descubierto. Él no tiene otra alternativa; caerá en éxtasis a tus pies.
Franz Kafka

viernes, 30 de marzo de 2012

Lisbeth, no le des bola a Vargas Llosa, veníte conmigo que la vamos a pasar bomba

martes, 20 de marzo de 2012

callar todo
hasta el deseo de callar

silenciarse
un lugar a una palabra
               nueva

un brote verde
antes del nombre

martes, 6 de marzo de 2012


se me perdió el país entre un conjunto de gente con la mirada sonriente y las manos francas
se mudaron las fronteras a la piel que nos une y a la línea que dibuja el mar contra el cielo y al día de la noche
las banderas las dejamos en el camino
nos queda la esperanza

domingo, 26 de febrero de 2012

Poomerang miraba porque buscaba una jugada que había visto años atrás en televisión. A su entender, fue tan hermosa que no podía haber desaparecido para siempre, seguro que tenía que rondar por todos los campos del mundo, y él estaba esperándola, allí, en aquel campo de críos. Se había informado sobre los campos de fútbol que existían en el mundo —un millón ochocientos cuatro— y era del todo consciente de que las posibilidades de que acaeciera precisamente allí eran mínimas. Pero, basándose en un cálculo efectuado por Gould, no eran en todo caso menores a las que hay de nacer mudo. En consecuencia, Poomerang la esperaba. Para ser exactos, la jugada era la siguiente: pase largo del portero, el delantero salta en la línea del área y centra de cabeza, el portero contrario sale del área pequeña y le da una patada al vuelo, el balón vuela hacia atrás más allá del centro del campo, pasa por encima de todos los jugadores, bota en el límite del área, sobrepasa al portero estupefacto y se cuela rozando el poste. Desde un punto de vista exquisitamente futbolístico, se trataba de una rareza deplorable. Pero Poomerang sostenía que desde el aspecto puramente estético pocas veces había visto algo más armónico y elegante. «Era como si todo hubiera ido a parar al interior de una pecera —no decía, tratando de explicarse—, como si todo se moviera entre dos aguas, dulce y lentamente, con el balón nadando en el aire, sin prisas, y con los jugadores convertidos en peces, mirando hacia arriba con la boca abierta, rotando todos a la vez a derecha e izquierda, absortos y perdidos, el portero con las branquias completamente abiertas mientras el balón lo sobrepasaba, y al final la red de un pescador astuto, recogiendo el pez balón y los ojos de todos, pesca milagrosa en el más absoluto silencio de profundidad abisal en una planicie de algas verdes con rayas blancas pintadas por un buzo geómetra.» Era el minuto dieciséis de la segundaparte. El partido acabó dos a cero.







alessandro baricco, city

miércoles, 8 de febrero de 2012

el instante en que el mundo se fisura
y la grieta no es miedo
     eso pasó
sino  lo vivo del vértigo
el quiebre del filo donde el ascenso     es caída
suave dejarse llevar delante abajo
liviano como sin futuro

el camino único sin medio ni lados 
camino nomás

hay instantes infinitos
hay algunos que regresan
    de todos el más liviano

lunes, 30 de enero de 2012

hay hilos invisibles que nos
sostienen
no se ven se siente en el cuerpo el tirón
   suave tirón
cuando el piso se va y colgamos
el vacío abajo
una estrategia -precaria- frente a la muerte
    la última la única estrategia
el tablón que nos sostiene a flote -el mar
hilos invisibles nos mantienen
deesteladodelmundo
   

domingo, 29 de enero de 2012

no tenía nada / nada
y solté un mundo
   todo el mundo

       entero

decís que no es/
       el Tiempo
rueda, decís
mil y una espumas
        -una mil-
lavando la playa hasta el blanco de los huesos

decís no hay Tiempo
una y otra vez

¿y no hay soltar entonces?
¿no hay tener?
¿no hay dolor de huesos
               lavados?

palabras decís
-yo no las tengo-
se las llevó el mar
       con todo lo otro
hasta el frío de los huesos

viernes, 27 de enero de 2012

dame desierto pero no me des la sombra de un nombre
dame silencio pero no me des las voces aduladoras
esas que queriéndose salvar me salvan en un pacto secreto y deshonesto
no me des la mentira de un perfil reconocible,
la locura de creerse un rostro, una expresión fija, muerta
dame aunque sea el humor,
reírme de mí, tomarme poco en serio
saberme siempre una caricatura
saberme un algo que intenta, sin saber
sin saber que no sé, casi siempre
dame amigos que me rían,
que me acompañen porque juntos es más cálido
porque sí,
eso,
dame el pan hoy,
y ayudáme a no tener -temer- por el de mañana,
para no construir castillos de aire

miércoles, 11 de enero de 2012


La partícula cósmica que navega en mi sangre
es un mundo infinito de fuerzas siderales
Vino a mí tras un largo camino de milenios
cuando, tal vez, fui arena para los pies del aire.

Luego fui la madera. Raíz desesperada
Hundida en el silencio de un desierto sin agua
Después fui caracol quién sabe dónde
Y los mares me dieron su primera palabra.

Después la forma humana desplegó sobre el mundo
la universal bandera del músculo y la lágrima
Y creció la blasfemia sobre la vieja tierra
y el azafrán, y el tilo, la copla y la plegaria.

Entonces vine a América para nacer en Hombre
Y en mí junté la pampa la selva y la montaña.
Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna,
otro me dijo historias en su flauta de caña.

Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas
Las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes
y me dan sus mensajes las raíces secretas.

Y así voy por el mundo, sin edad ni destino,
Al amparo de un cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, y el río y el silencio, y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera.

Atahualpa Yupanqui, Tiempo del hombre

viernes, 6 de enero de 2012

Carta abierta a una culobañista

Estimada compañera culobañista, permítame unas líneas, unas palabras de hombre, quizás, distintas a las que suele escuchar del sexo masculino cuando pasea su cuidada humanidad pisando el borde de mostrarlo todo y esconder lo importante.

Usted sabe que los seres vivos -digo, con vida, no necesariamente avivados- hemos desarrollado ingeniosas maneras de hacer cumplir el mandato de la perpetuación de la especie; siempre me llama la atención las formas en que se ingenian las plantas para esparcir sus semillas: dispositivos aéreos del tipo helicóptero, espigas que se pegan en el cuerpo de los animales paseantes -incluyéndonos, claro-, frutas de colores y sabores exquisitamente atractivos y refinados.

Claro, nuestro caso, el de los seres humanos digo, no es menor. Hemos inventado infinidad de dispositivos para atraer al otro, para engatusarlo a fin, con el sólo fin, de terminar uno arriba del otro sudando la gota gorda: las pestañas falsas, el reggaetón, la zamba y el tango, el escote profundo, los autos deportivos, las cátedras universitarias, perfumes y cremas, el corte carré, el estilo gótico, el amor libre, el casamiento, etcétera, etcétera. Es más, algún radiodifusor ha dicho, alguna vez que todo lo que hace el hombre lo hace para tener sexo. Algunos dicen que en la mujer es distinto, que en ella prima lo emocional, el amor. Pero, aislando los factores secundarios -el amor y esas cosas- parece que el resultado es el mismo: uno arriba del otro dándose como conejos -mi tío, que vive en una chacra, dice que los conejos dedican una cantidad considerable de su tiempo al arte reproductivo.

Ahora, estimada lectora voy a encarar el punto central de mi misiva: la mañia argentina de homologar verano-playa-culo inmenso, glorioso. Por alguna razón que algún seociólogo haría bien en estudiar la socieda argentina se culilizado vertiginosamente en los últimos tiempos. En un primer momento creímos que el caso Tinelli era un efecto aislado, un brote marginal, casi divertido -ojo, digo casi, tampoco la pavada- un recreo en la rutina seria, gris y monótona de la cotidiana tarea sudamericana de juntar el mango como mejor se pueda. Pero no, nos habíamos equivocado, lo que parecía ser un elemente aislado comenzó a ocupar, como un virus maligno y poderoso, distintos ámbitos:primero las portadas de las revistas -primero las de pornosoft, que es el porno que nos merecemos por ser tan argentinamente histéricos, hasta las de interés general y política que hoy, si nos sinceramos un poco, sólo se explican por esos culos pulposos de esas mujeres que se dedican al culismo, digamos, las cúlicas o, mejor, los culomujer. Luego el resto de los medios de comunicación: televisión -algunos hablan de la tinellización de la televisión argentina, yo creo que sería más exacto hablar de la culización de la televisión argentina. Y ahora atenta lectora de protuberancias cuidadosamente expuestas, parece ser que el culo ha tomado todo el terreno de realidad playera en nuestras tierras. Hagamos un ejercicio de imaginación: alguna civilización lo suficientemente lejana en el tiempo-espacio como para mirarnos con distancia científica ¿qué descubriría? culos, culos y más culos. Si se hiciera una mitología de nuestra argentina el Culo -así, con mayúscula- ocuparía el lugar de Zeus, de Yahvé, de Ra, Pachamama, etcétera, etcétera. Un Culo ideal, inmenso, numinoso. Un culo como una diosa providente, madre terrible, dadora y distribuidora de la suma de todos los placeres de la existencia. Una sociedad cúlica, una cultura, economía y educación organizada en función de un Culo, un Señor Culo, un Culo Tremendo -Freud podría escribir un par de libros robando con la analización de la sociedad argentina para hacerse unos mangos para conseguir más merca.

Y usted podría preguntar, simpática culomujer (perdón, estadísticamente es más probable que usted se haya convertido en una mujerculo que en una mujerotracosa, pero no se enoje, no desespere, quizás haya aún algún camino de regreso) porqué carajo le hablo tanto para decir algo tan obvio. Bueno, en primer lugar creo que porque no tengo nada mejor que hacer (algo similar le debe estar pasando si ha seguido leyendo hasta aquí). Y en segundo lugar porque estoy harto, Harto. No es que no me agrade ver algún culo de vez en cuando. Todo es más llevadero con algún culo a mano de vez en cuando (y cuando digo a mano lo digo literalmente, un culo real, que se pueda tocar, oler, besar, que funcione como excretor y todas esas cosas) pero esta culización este empacho de culos, esta entronización cúlica me tiene las bolas llenas. No sé bien porqué, quizás hemos perdido el rumbo: quizás el culo cuidadito, mostrado, encerado, era una forma más, otra estrategia para reproducirnos, para que haya más bichitos sobre esta piedra que llamamos tierra. Pero en algún momento se nos fue la mano, lo que era en medio se nos convirtió en fin, pusimos la mesa, acomodamos los cubiertos, el mantel con flores, el centro de mesa y se nos olvidó el guiso. Porque la cosa ahora es mostrar el culo, zarandearlo, hacer como si no, pero al final guardárselo. La cosa es mostrar todo, casi todo y jugar con ese casi, hacerlo todo, un casi que es como un no a último momento, como un desdecirse traidor, otra versión más del "gordo, hoy no que me duele la
 cabeza" después de haber calentado la pava de una y mil formas distintas. La cosa anda por ahí, en esa histeria, en ese juego de mostrar para... nada. Eso. Esa contención, esa represión disfrazada, ese cuidado obsesivamente neurótico de las formas, de las leyes. Nos creemos liberados porque nos clavamos una bikini cuidadosamente escogida y salimos a menear el culo. De chico siempre me llamó la atención la libertad que tienen las brasileras para con su cuerpo: usan el bikini como algo que se usa, como una taza o una lapicera o las manos. Y eso que lo usan eh: las gordas, las flacas, las viejas y las niñas, en la playa y en el supermercado. Pero uno no tienen la sensación de que están queriendo otra cosa, que de que hay gato encerrado, están usando el bikini y ya. Será cómodo, fresco y culturalmente aceptado y ya. Nosotros no. Los argentinos tenemos una fastidiosa tendencia a enredarnos en las formas, a adorar los modos. Sueño con el día en que en una arranque de furia o de misericordia algún dios ignoto, alguna fuerza de la naturaleza nos arranque todos los trapos hasta dejarnos en pelotas ¿Quién sabe qué pasaría? ¿Una orgía monumental -en la playa, en las oficinas, en las cárceles y los bancos? ¿Un despertar espiritual colectivo? ¿Un informe de en el noticiero de la tarde?  Quizás todo eso pero quizás, ojalá, nos reconoceríamos como cuerpos, como bichitos con cuerpos. Cuerpos que se reproducen, que se alimentan, cuerpos que huelen, que se ensucian, cuerpos que se pueden acariciar, cuerpos con las marcas del tiempo. Cuerpos que son culos pero también son pestañas, ombligos, fémures, tetas, uñas, pensamiento, etcétera, etcétera. Si llegara ese día no sé si seríamos más sabios, si estaríamos más cerca de alguna verdad o más saludables psíquicamente pero sí, en esto sí creo, seríamos un poco, quizás sólo un poco, menos pelotudos.

Atentamente, un servidor.

domingo, 1 de enero de 2012

césar mermet escribió en borrador, otra forma del silencio
quizás poesías sólo haya en borrador

http://cesarmermet.blogspot.com/2006/08/maneras-de-ausencia.html