viernes, 26 de junio de 2009

sinfonía en jueves

cuando somos bien niños nuestro mundo es chiquito, está limitado por aquello que cabe en nosotros. Creemos que el universo es una extensión nuestra, que las cosas se mueven a nuestra voluntad, que están ahí por y para nosotros. Cuenta Piaget, un psicólogo suizo que observó detenidamente a sus hijos desde pequeñitos, que el niño cree que el sol está arriba, siempre arriba suyo aunque camine, porque el sol lo sigue. Lo sigue a él. Si los antiguos creían que el sol giraba en torno a la tierra, el niño cree que el sol y el universo giran alrededor de sí mismo. Eso es egocentrismo.

Hoy hizo bastante frío, pero también salió el sol. Mientras caminaba hacia el trabajo disfruté el sol en la cara y el frío en los pies. Disfruté las calles de tierra, casi sin autos, los árboles, los pájaros y sus cantos y el cielo azul. Azul bien profundo, como en esos días fríos de invierno. Todo se daba ahí y yo pertenecí a ese ahí: una nota en esa sinfonía de pájaros, soles, árboles, pieces fríos y cara cálida.

A F. lo encontramos durmiendo en las vías muertas del tren, cubierto con una frazada roñosa en medio de un desorden descomunal: cartones, restos de comida, latas vacías de pegamento, colchones viejísimos, vidrios de botella de cerveza y otras mil cosas más. Lo despertamos, no sin esfuerzo, y lo invitamos a acompañarnos. Accedió.

A J. y L. los fuimos a buscar a la puerta del comedor de la iglesia. Sabíamos que en minutos servirían el almuerzo. Todavía no habían entrado, estaban ahí nomás, sentados en la vereda charlando de buen humor. Lo bueno de la mañana es que el aire está más limpio, más azul (sobre todo si es un día azul profundo de invierno), está más virgen de la polución de la ciudad que recién amanece. Lo bueno de la mañana es que los chicos están más limpios, más vírgenes de los dolores del día, más puros de las cosas que se ponen en el cuerpo para olvidarse. A ellos también los invitamos a acompañarnos. Accedieron.

Fuimos caminando los cinco: F., J., L., Ella y Yo. El sol nos calentó la cara, el frío nos hirió los pies. Los pájaros, los árboles, el azul del cielo, la ciudad aún soñolienta: junto con los invisibles -por olvidados y por indeseados- ensayamos un acorde en esa majestuosa sinfonía en jueves.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

después de leerte confirmo que no todo se está yendo al carajo. hay muchas personas como vos (gracias a Dios) que con sus acciones, me lo demuestran. sería bueno que todos entendiéramos que formamos parte de una majestuosa sintonía.

naio dijo...

gracias lectora anónima por su inteligente presencia! y gracias por el choco y el mensaje!
me quedé pensando en lo de la sinfonía... y pensé varias cosas que quizás no entren aquí. Después lo charlamos.